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Hace un par de cursos que decidí que durante el trimestre no daría ninguna calificación a los alumnos. Había hecho anteriormente experiencias similares con grupos puntuales y trimestres puntuales, pero en ese momento, decidí implementarlo en todas mis materias y proyectos. Sólo a finales de trimestre obtendrían la calificación global. Lógicamente, era la consecuencia de un proceso mucho más largo, seguramente de más de 10 años.
Son muchas las fuentes que indican que las notas numéricas durante el proceso de aprendizaje más bien perjudican este aprendizaje. El alumno se centra más en sacar buena nota que en aprender. Así que aposté por esta opción, ya que parecía que había indicios científicos suficientemente fundamentados.
En este artículo expondré mi experiencia. Como spoiler, no vuelvo atrás y sigo sin dar notas numéricas.
Aspectos a considerar
No se puede dejar de calificar si no cambiamos nada
Sería ilógico y contraproducente seguir evaluando exactamente igual que se hacía con notas numéricas y, simplemente, dejar de darlas. Los alumnos no entenderían nada y la revolución podría ser considerable. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es tener claro que hay que cambiarlo prácticamente TODO. La eliminación de las calificaciones durante el proceso de aprendizaje, en mi caso durante un trimestre, sólo puede ser la consecuencia de un cambio de metodología, provocado por el gran cambio, el cambio de la evaluación.
Un inciso. Siempre que digo evaluación, hablo de evaluación formativa. Durante el proceso de aprendizaje creo que es la única que tiene sentido. Como dice el título y el contenido de uno de los libritos de Neus Sanmartí (Avaluar per aprendre) para mí evaluar durante el proceso de aprendizaje sólo puede servir para mejorar este aprendizaje.
Las tareas deben poder mejorar
Está muy bien decir que hay que cambiar todo, pero ¿por dónde empezamos? En mi caso, empecé por la mejora de las tareas. No he entendido nunca eso de poner una tarea a los alumnos para comprobar si saben realizar algo a partir de las explicaciones que se han dado. Exagerando un poco, a veces creo que pedimos a los alumnos que aprendan a ir en bicicleta simplemente mirando como nosotros vamos.
Así que todas las tareas que se entregaban debían ser mejorables. Había que poder ver qué puntos fuertes tenían (siempre hay aspectos positivos en las tareas que entregan los alumnos) y qué había que rehacer para mejorar. Los objetivos y los criterios de evaluación nos ayudaban a determinar si estábamos bien encaminados o no.
Tareas más complejas y competenciales
Añadir la mejora de tareas, me obligaba a redefinir muy bien qué tareas pedía a los alumnos. Si una tarea se entrega y se mejora (una, dos o las veces que sea necesario), hay que pensarla muy bien, ya que debe ser lo suficientemente compleja para que la mejora tenga sentido. También hay que pensarla muy bien, ya que podremos revisar menos tareas, así que deben estar muy enfocadas a los objetivos.
Así que tocaba revisar muy bien los objetivos del trimestre, marcando claramente los criterios de evaluación y alineándolos con las competencias básicas de ámbito y transversales. Había que seleccionar (y secuenciar) estas competencias.
Herramientas de evaluación
Si la tarea se rehacía, detectando puntos débiles, era necesario que el alumno tenga herramientas para realizar correctamenet esta reflexión. No podemos olvidar que, habitualmente, en secundaria un profesor tiene 30 alumnos (o más) en clase. ¿Como se puede revisar un tarea varias veces para cada alumno? Es necesario que ellos interioricen bien los objetivos y los criterios de evaluación. Y tal y como los redactamos el profesorado no es la manera. Así que qué mejor que incorporar rúbricas (atención! rúbricas competenciales, más que de productos) y bases de orientación. Esto hace que parte de las revisiones ya no dependan sólo del profesorado.
Coevaluación y autoevaluación
Con buenas rúbricas y bases de orientación (y listas de cotejo y …) los alumnos pueden valorar si su tarea está consiguiendo el objetivo pretendido. Lo puede valorar el propio alumno y lo pueden valorar los compañeros. ¡Qué gran aprendizaje que obtienen los alumnos cuando evalúan tareas de los compañeros con buenas herramientas (si puede ser, creadas por ellos mismos y consensuadas)!
Y digo evaluar, no calificar. ¡Qué manía a pasar de rúbrica a numerito! No sé porque quien que creó la herramienta CoRubrics añadió la opción de calcular una nota final. Mira que se lo podía haber ahorrado 😜
Espacios de reflexión
Todas estas evaluaciones provocan reflexión en el alumno. ¿Qué estoy haciendo bien? ¿Qué debo mejorar? ¿Porqué no lo consigo? ¿Quién me puede ayudar? ¿Cómo puedo ayudar a los compañeros? ¿Qué no entiendo? ¿Como lo puedo entender? ¿Qué he aprendido? … y un largo etcétera. Y esta reflexión es imprescindible para mejorar el aprendizaje. Así que había que ayudar al alumno a realizarla. Por lo tanto, empecé a introducir diarios de aula y portafolios. Espacios donde dejar anotadas estas reflexiones y valoraciones que permiten al alumno (y al profesorado) ser consciente de su progreso.
¿Dónde estoy ahora?
Y aquí es donde estoy ahora. Para eliminar las calificaciones he tenido que rediseñar por completo los objetivos de aprendizaje, seleccionando muy bien las competencias (pocas y con profundidad). He cambiado los criterios de evaluación. He redefinido las actividades que realizan los alumnos. He introducido la mejora de tareas y, por tanto, rúbricas y bases de orientación para poder realizar esta mejora para conseguir los objetivos. He introducido la coevaluación y la autoevaluación para poder sobrevivir inicialmente, pero luego, para mejorar el aprendizaje de los alumnos partir de la reflexión que provoca esta evaluación, sobre todo si se plasma en un diario de aula o en un portafolio. Vamos, que lo he cambiado prácticamente TODO. Y aún me queda camino por recorrer, que sólo soy un aprendiz y aún me quedan dudas. Suerte de mi claustro real y del virtual, que me permiten seguir aprendiendo y compartiendo.
¿Y los alumnos que dicen?
Por suerte, en el centro no soy un profe muy extraño. Quizás nadie más ha eliminado del todo las calificaciones, pero sí muchos seguimos la misma línea. Todos intentamos hacer una evaluación formativa, todos potenciamos la reflexión sobre el aprendizaje, todos utilizamos rúbricas … y esto ayuda mucho. Si eres el único de todo el claustro, puede encontrarte muy franco tirador.
De entrada los alumnos piden la nota. Aprovecho para hacer el discurso que lo importante es aprender y no la nota. Pero al inicio ellos insisten. Pero no es cuestión de mucho tiempo que ya acepten que no hay nota, pero que hay mucho feedback. Y ese feedback es muy útil para seguir aprendiendo y mejorando.
Sinceramente me esperaba más dificultades en este sentido, pero lo aceptan muy bien y se les ve más tranquilos. También les pide más responsabilidad, ya que entregan la tarea, se hace la evaluación correspondiente, y ellos deciden si lo mejoran o no. Y algunos también eligen no mejorarlo.
Sombras
Y dejadme acabar el artículo con las sombras. No todo es fantástico y hay que reconocerlo.
El tema de los plazos de entrega es bastante complejo de gestionar. Es necesario que los alumnos aprendan a respetar plazos de presentación de tareas o productos, sin duda. Pero si las pueden mejorar, ¿cuando es este plazo? Si se fija un plazo final, algunos alumnos no entregan nada hasta el final y entonces nos cargamos toda la mejora de tareas. Si se fijan entregas parciales, ¿qué hacemos si alguien no lo entrega a la primero pero si en la segunda?
No hay soluciones mágicas pero en la mayoría de alumnos funciona el ver que respetando los plazos reciben propuestas de mejora y, por tanto, aprenden más. Y, desengañémonos, ven que cuando tengan notas a final de trimestre, estas serán más alta. Que una cosa es que ya no pregunten las notas y, otra, que no piensen en ellas.
Una segunda sombra grande, es el volumen de trabajo para el profesorado. Nada que no conozcan todos los profesores. Replantear todo implica un montón de horas, de fracasos y de replanteamientos. Con las cargas horarias que tenemos, sólo puede ser aumentando voluntariamente la jornada semanal hasta 45 o 50 horas (o más).
¿Y todo este cambio les servirá para tener mejores resultados en un ciclo formativo o al Bachillerato (mis alumnos son de la ESO)? La verdad es que no lo sé. Sí que tengo claro que mejoran la famosa competencia de Aprender a aprender. Y por lo tanto, tendrán más facilidad para aprender el resto de su vida. Tendrán más capacidad para adaptarse al entorno que les toque. Por tanto, tendrás más habilidades para salir adelante. Pero, lógicamente, esto no prepara para superar exámenes memorísticos.
Final
Como digo en muchos artículos, sólo expongo mi opinión y mi experiencia, basada en muchos años de aula, con muchos intercambios con otros profesores y con muchas lecturas de libros escritos por personas que realmente saben. Discrepad sin ningún problema. Si el artículo sirve para provocar reflexionar, aunque sea para estar en contra, ya me doy por satisfecho.
Hola Jaume,
Muchas gracias por compartir tu experiencia, creo que es muy interesante. Tanto, que me quedo con ganas de saber más. Al final tenemos que dar una calificación obligatoriamente… ¿Cómo la calculas? Y más importante, ¿Cómo se la justificas al alumnado? ¿Suelen estar de acuerdo?
Una vez más, gracias por compartir, sobre todo las partes “negativas”, como la necesidad de dedicar más horas al trabajo.
Un saludo.
Buff! No me cabe en un comentario. Lo hago con muchas dudas y, seguramente, incoherencias. En un artículo próximo lo explico
¡Muchas gracias!
Estaré atento entonces.