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Mucha gente todavía cree que evaluar con rúbricas es realizar evaluación formativa y, en muchos casos, no es así. Una rúbrica, de hecho, proporciona criterios claros a la hora de evaluar una tarea. Ahora bien, esto se puede hacer para que el alumno detecte sus errores y sus puntos fuertes y para que reflexione sobre su aprendizaje (evaluación formativa) o se puede hacer de forma simplemente mecánica para calificar tareas (evaluación sumativa o certificadora).
No reniego de ninguna de las dos, tanto sea para evaluación formativa como para evaluación sumativa, utilizar rúbricas siempre es positivo. El alumno conoce los criterios que se utilizarán para evaluar una tarea. Y eso siempre es positivo.
Ahora bien, ya que utilizamos las rúbricas, utilicemos las mismas realizando evaluación formativa, que hay mil estudios que demuestran que es una de las medidas que más mejora el aprendizaje de los alumnos. ¿Y qué quiere decir exactamente hacer evaluación formativa con rúbricas?
Primero: solo si los alumnos ya han utilizado rúbricas con anterioridad, será necesario que la rúbrica la creen ellos mismos. La reflexión que conlleva pensar en cuáles son los aspectos que hay que valorar de una tarea o de una habilidad y definir, como mínimo, el nivel experto sí que da elementos claros de aprendizaje. Antes de empezar a realizar la tarea (o poco después de iniciarse) provocamos la reflexión en los alumnos de lo que están llevando a cabo. Y esta reflexión, los lleva a valorar si lo que están haciendo se corresponde con lo esperado o si es necesario introducir mejoras.
Segundo: si la han creado ellos es evidente pero, si la rúbrica la creamos nosotros, es imprescindible que la tengan con anterioridad y se la puedan hacer suya. Es necesario que esté redactada de forma que la puedan entender y que les ayude a detectar los errores más comunes.
Tercero: habrá que utilizar la rúbrica varias veces sin utilizar puntuación numérica. Si están presentando algún objeto, se puede utilizar la rúbrica para hacer una primera evaluación cualitativa que permita introducir mejoras. Igualmente si están trabajando alguna habilidad (hablar en público, resumir un texto …). La rúbrica sin calificación les permitirá ver lo que pueden mejorar. Y, si lo hacen, su aprendizaje mejorará. Más adelante, ya se utilizará con calificación cuantitativa si es necesario.
Cuarto: llegados ya el día de la entrega final (algún día se debe realizar la entrega o la evaluación de una habilidad para certificar), implicarlos. Si los alumnos se evalúan entre ellos (coevaluación) y se evalúan a sí mismos (autoevaluación), la rúbrica continuará teniendo funciones formativas. Mientras los alumnos evalúan las tareas o habilidades de los demás compañeros, están reflexionando sobre cómo debería ser la tarea o la habilidad. Por tanto, siguen haciendo camino de aprendizaje.
Si, además, la utilizamos los profesores y nos sirve para obtener una nota final cuando se cierra la evaluación (evaluación sumativa), pues perfecto. El alumno tendrá más sensación de justicia y entenderá mejor la calificación. Cuantos profesores que van a oposiciones no querrían poder ver la rúbrica con que los han evaluado, aunque no puedan cambiar nada.
Pero hay que tener bien claro que este último paso, el de utilizar una rúbrica para hacer una evaluación final, nada tiene que ver con evaluación formativa. Desengañémonos, cuando un alumno ha entregado una tarea que ya no puede mejorar y le damos un nota, por mucha rúbrica que la acompañe, no habrá reflexión sobre los errores cometidos ni mejora del aprendizaje.
Una reflexión sencilla y potente que ya me gustaria tanto que gran parte de los profesores la tuvieran clara como que la aplicaran en su dia a dia…