A raíz de la publicación de la nueva versión del Cuaderno Virtual del Profesor (CVP) tuve alguna conversación interesante sobre calificación y evaluación. Tengo todavía muchas dudas al respecto, sobre todo prácticos, y los he querido compartir. Será bienvenido recibir aportaciones sobre el tema.
Los que conocéis el CVP o alguna otra aplicación tipo Additio y Idoce sabréis que ayudan a hacer el seguimiento de los alumnos. Puedes registrar y anotar un montón de aspectos. Al final de trimestre, todas estas anotaciones, junto con los datos que recogemos sin anotar (la impresión que cada profesor tiene), nos permiten poner una calificación a cada alumno.
Para mí son necesarios los dos aspectos que he citado: los datos anotados y las sensaciones que tiene el profesor. No vale quedarnos sólo con el primero (las medias y punto) ni con el segundo (sólo las impresiones).
Hasta aquí pocas dudas. Pero resulta que nos ha cambiado el paradigma. Las actividades deben ser competenciales y la evaluación también.
Hablemos primero del diseño de actividades. Cuando diseño las actividades, pienso muy bien qué competencias quiero trabajar. De hecho, las indico en el CVP, tanto las competencias como los estándares de aprendizaje. Esto hace, por fuerza, que las actividades tiendan a ser competenciales.
Hablamos también de evaluación. Tampoco es sencillo, pero poco a poco creo que voy mejorando en este aspecto. Si he diseñado la actividad pensando en competencias, intento evaluar pensando en ellas. Además, intento que sea una evaluación formativa. Por lo tanto, utilizo rúbricas, bases de orientación, rúbricas de un solo punto, portafolios… Todo, para conseguir que el alumno vaya entendiendo qué partes de la actividad puede mejorar y reflexione sobre su aprendizaje. Con mucho feedback y permitiendo el error y la mejora, creo que comienzo a tender hacia la evaluación competencial.
Pero llega el momento de la calificación y la cosa se me complica mucho. Sea con letras o con números, a final de trimestre o sólo a final de curso, llega la tarea de calificar. Y reconozco que no lo consigo (todavía). ¿Por qué? Porque mi tendencia siempre es medir la calidad media de las actividades que realiza el alumno. Es decir, cada actividad, tras dar feedback y después de mejorarla poco a poco, acaba teniendo una calificación final que anoto el CVP. Asigno unos pesos y termino teniendo una media. Añado actitud, participación… Y obtengo la calificación. Pero, para mí, está claro que sólo es un promedio de la calidad final de sus actividades. Añadiré también mis sensaciones, si la evolución a lo largo del trimestre es positiva, etc. Pero, ¿qué me dice esta calificación respecto a los aprendizajes? ¿Respecto al logro competencial? Tengo que reconocer que poco.
Por ejemplo, en un trimestre un alumno ha hecho una presentación oral, se ha inventado un texto que ha leído ante sus compañeros, ha participado en un debate preparado… Cada actividad, la evaluamos, la mejoramos si es necesario, comentamos diferentes aspectos. Todo para mejorar la competencia de expresión oral. Pero a final de trimestre, acabo haciendo media ponderada de estas actividades y pierdo todas las concreciones competenciales. Cierto que el alumno conoce qué debe mejorar, pero en el registro escrito que llega a la familia no está. Y cuando quiero hacer un comentario para cada alumno, me cuesta recordar con precisión qué aspectos debe mejorar el alumno.
Como decía en un tuit, hay que transformar esta calificación para que indique los aprendizajes hechos y no la media de la calidad.
Intuyo que este es un cambio poderoso y difícil. Entiendo que, al llegar a la calificación, habría que dar la vuelta. Hemos diseñado las actividades pensando en las competencias que hay que trabajar (y seguramente hay concretarlas) y, al final, hay que poder volver a las competencias a partir de las calificaciones de las actividades. No sé si me explico mucho.
Siguiendo con el ejemplo, creo que habría que concretar la competencia de expresión oral en el aspecto que se quiere trabajar en un trimestre. Por ejemplo, Hablar en voz alta sin tropezar. En cada una de las actividades, habría que evaluar (y calificar) este aspecto por separado. Cuando calificamos a final de trimestre, habrá que ver la calificación de este aspecto en todas las actividades que lo han trabajado. Y no vale hacer media. Habrá que ver si el alumno cada vez ha ido mejorando y determinar así que lo ha logrado y en qué grado.
Esto me genera muchas dudas y envía el CVP (o cualquier otra aplicación) directamente a la papelera (almenos la parte de calificación). No sé si es posible hacerlo sin morir en el intento. ¿Se pueden concretar aspectos competenciales para cada trimestre? ¿Se puede fragmentar cada actividad en estos aspectos? ¿Cuántas actividades de cada aspecto tenemos que hacer como mínimo para ver que el alumno lo está logrando?
Me he puesto el objetivo de trabajarlo durante todo el curso para que la versión de CVP para el curso 2019-2020 tenga en cuenta esta evaluación y calificación competencial. Evidentemente, cuento con la reflexión de mi claustro y con opiniones de otros docentes. A ver si conseguimos diseñar una herramienta que nos ayude y no morimos de la cantidad de trabajo extra que nos cae encima. No será una tarea fácil. A ver hasta dónde llegaremos.
Es posible que alguién ya esté evaluando y calficando competencialmente y tenga respuestas a mis dudas. Si es así, le agradeceré enormemente que me indique dónde encontrar ejemplos concretos y prácticos para realizarlo.
En difícil el tema de la evaluación. Por un lado a veces lo veo sencillo. Tiene que indicar fundamentalmente si el alumno trabaja en el aula. Si aprende o no de esa tarea, no dependerá tanto de la evaluación (del profesor) sino de la tarea realizada. Parte de esa tarea debe tener interacción con uno mismo y con los compañeros de grupo. Esta revisión de las tareas por parte del profesor es necesaria para la evaluación formativa y cobran importancia las rúbricas porque ayudan con el feedback y el enfoque, permiten establecer un determinado nivel de desempeño.
Sin embargo la evaluación competencial con indicadores, desgloses elevados y tal, la veo más abstracta, y francamente imposible de hacer de forma rigurosa con las ratios y los tiempos lectivos actuales. Da la sensación, cuando asignas tareas o notas a la medición de determinada competencia, de que es insuficiente con los datos que tenemos en el aula para hacer una certificación de esas competencias. Desde mi punto de vista, las competencias deberían influir más claramente en el diseño de las tareas y de lo que ocurre en el aula, que en la medición posterior.
Yo también lo veo igual que tu Alberto, pero en Cataluña salió la semana pasada un orden de evalución donde especifica claramente que, al menos a final de curso, hay que especificar el grado de consecución de las competencias específicas de cada materia e incluir en los comentarios que dimensiones hay que mejorar.
Y aquí me han matado.